El engaño al consumidor de parte de los
grandes proveedores, a través de la millonaria publicidad que
contratan por los medios de comunicación, se ha convertido en una práctica
común y tolerada. Legalmente, la publicidad engañosa está
prohibida y sancionada; sin embargo, suele ser letra muerta en nuestro país, a menos que suceda un escándalo de
proporciones. Ahí tenemos, el caso de los jabones antibacteriales, que se
venden en todos los supermercados, farmacias y otros establecimientos, cuyos proveedores
pregonaban que eran productos que mataban las bacterias malignas; sin embargo
la FDA de los Estados Unidos –hace un
año atrás- los ha prohibido, porque
contienen insumos altamente dañinos para la salud como el triclosán y el triclocarbán,
que debilitan más bien el sistema inmunológico. Recién, a partir de esto,
DIGEMID y el INDECOPI, despertaron de su habitual letargo, y han dado el plazo
de un año, para que estos productos sean retirados del mercado. ¿Por qué
esperar un año y no hacerlo de inmediato?
También está el caso de las leches para
bebés, que se publicitan desvergonzadamente, como productos de iguales bondades
nutritivas que la leche materna, o como sucedáneos de la misma. Sin embargo,
esto no es así, ya que la leche materna es única e insustituible en la
alimentación de los infantes. Abundan las marcas tales como Similac, Enfamil,
Nan, Enfagrow, etc que engañan al público, dando gato por liebre. Inclusive
el Reglamento de Alimentación Infantil,
aprobado por el Decreto Supremo 009-2006-SA) prohíbe expresamente que se haga
publicidad comercial de los mal llamados “sucedáneos” de la leche materna; pero
esta publicidad se hace, masivamente, a vista y
paciencia del Ministerio de Salud e INDECOPI.
Asimismo, recordemos el todavía reciente
escándalo, de la venta del producto Pura Vida del Grupo Gloria, que se vendía
hace más de 10 años como leche 100% pura de vaca, y resulta que no era leche,
sino una mezcla láctea de “leche de soya”,
leche en polvo importada, y preservantes. Tampoco se salvó la popular y clásica golosina Sublime, de la transnacional Nestlé, que
resulta que no sería chocolate, de acuerdo al Ministerio de Agricultura, porque
no tendría 35% de cacao; pero se vende hace décadas como chocolate puro de cacao. No olvidemos, tampoco, a la lucrativa
industria de los jugos envasados de fruta, que en realidad tienen menos del 10%
de fruta natural, y más bien muchos ingredientes químicos que imitan el sabor
de las frutas, y abundantes azúcares que contribuyen al sobrepreso y la
obesidad.
Estos cinco ejemplos, ilustran miles de
casos, donde al consumidor se le da gato
por liebre, a través de la
publicidad y no se sanciona esta mala fe comercial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario